
En esta primera entrega, abordamos dos áreas clave: las personas y los números. Ambas tienen algo en común: son sensibles al abandono.
Personal: el valor oculto de las personas
En restauración, el equipo no es un recurso más: es la base operativa y emocional del negocio. El cliente no percibe el organigrama ni el plan de negocio; percibe al camarero que lo atiende, al cocinero que ejecuta su plato, al ambiente que se construye a través de las personas.
Quien subestima esto, pierde autoridad sobre su propia propuesta.
Saber qué se necesita: funciones y capacidades
No se puede exigir rendimiento sin haber definido previamente qué implica cada puesto. Una descripción del puesto clara permite al equipo saber qué se espera de él.
Un análisis del puesto va más allá: identifica qué tipo de perfil se necesita, qué competencias reales requiere el rol, y bajo qué condiciones puede sostenerse esa exigencia.
Contratar con visión, no con urgencia
La contratación es una decisión estratégica, no una acción de emergencia. Contratar a quien “está disponible” rara vez da buenos resultados.
Se debe buscar personas con competencias técnicas, pero sobre todo con actitudes compatibles con el proyecto. Las habilidades blandas (escucha, adaptabilidad, sentido del equipo) son hoy más valiosas que la experiencia en años.
La formación previa a la apertura debe ser exhaustiva: desde cultura y visión hasta estándares operativos, simulaciones reales y manejo del POS (*). La improvisación genera caos; la claridad operativa genera confianza.
Esto exige contar con documentos de trabajo reales: manual de marca, fichas técnicas de rápido aprendizaje y fichas de procedimientos. Sin documentación, no hay estándar. Sin estándar, no hay marca. Sin marca, dejas en manos del cliente la percepción de tu modelo.
Finanzas: los números no mienten
La restauración no es solo una actividad creativa: es un negocio. Y como tal, exige un control técnico riguroso de sus números.
No basta con que el salón esté lleno; si no se conoce el detalle de ingresos, costes y márgenes, el resultado puede ser una falsa sensación de éxito que enmascara pérdidas estructurales.
Lectura mínima obligatoria
El estado de resultados muestra la evolución del negocio: cuánto entra, cuánto sale, y qué margen queda. Es fundamental para detectar desequilibrios, identificar fugas de rentabilidad y proyectar decisiones.
El balance general permite ver en qué posición está el restaurante en un momento específico: qué tiene, qué debe, y con qué cuenta realmente. Esta foto es vital para medir la capacidad de sostener el negocio ante contingencias o inversiones necesarias.
Indicadores que importan
Los ratios financieros son herramientas básicas para el análisis. No requieren ser contable, pero sí tener claridad:
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Liquidez: capacidad de afrontar pagos inmediatos.
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Rentabilidad: beneficio real sobre los ingresos.
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Rotación de producto: velocidad con la que se vende el inventario.
En restauración, hay dos métricas específicas que permiten entender el rendimiento del espacio:
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Ingresos por hora y asiento disponible (potencial del local si operara a capacidad óptima).
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Ingresos por hora y asiento ocupado (rendimiento real en función de la ocupación efectiva).
Estas cifras no son opcionales. Son las que permiten tomar decisiones con datos, no con impresiones. Operar sin esta información es navegar sin brújula.
Conclusión: no es magia, es método
Un restaurante no fracasa por una sola causa, ni tiene éxito por un solo acierto. Lo que marca la diferencia es la suma de decisiones bien tomadas en áreas clave.
El talento necesita estructura, claridad y respeto. Las finanzas necesitan seguimiento, método y realismo. Sin esto, la pasión y el esfuerzo no bastan.
En las próximas entregas, abordaremos otros puntos críticos: concepto, diseño operativo, marketing, experiencia del cliente y sostenibilidad. Porque en restauración, todo cuenta.
(*) Uso del sistema informático que gestiona todas las transacciones del restaurante
Jiwa Biru Consultora
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